Creció en una chacra en Peguahomi, un pueblo ubicado a 500 kilómetros de la capital Asunción, Paraguay. Trabajaba con su papá durante su niñez y parte de su adolescencia. Plantaba zapallo, mandioca y todo tipo de cosas.

Desde muy chico soñaba con vivir del futbol. Tanto que se armó un gimnasio en su casa con hierros oxidados para entrenarse y un arco con un par de troncos para complementar.

Sin embargo, el camino no fue nada fácil. Guaraní, su primer equipo, al principio fue un infierno. «No había nada. Tu cama y vos. Sacaba mi colchón afuera, pero amanecía peleándome con los mosquitos. No sabía qué hacer. Ayudaba al cuidador a cortar el pasto, a tirar las hojas. Mi papá llamaba, preguntaba cómo estaba y yo le decía ‘mejor que nunca’. Pero era mentira: por dentro estaba llorando», confesó en entrevista con ABC.

La siguió remando, desde muy abajo, luchando como hace dentro de la cancha. Llegó a River, le costó la principio, se ganó la titularidad y en su mejor momento sufrió una durísima lesión por culpa de un rival. Se terminó yendo por la puerta de atrás pero multicampeón. Hoy, se encuentra peleando minutos en el Vasco de Brasil.

De jugar en una chacra a jugar en la Selección. Feliz cumple, Robert Rojas. 👏🇵🇾

Vía: Bolavip